Rastros

miércoles, 25 de abril de 2012

Si te dijera que cada vez que te miro a los ojos me erizo, sería repetitiva y obvia. Ya has visto tus efectos en mí. Si supieras lo que pienso, creo que podrías enamorarte de ti misma, te verías con otros ojos, no volverías a cuestionar tu peso, ni la forma en la que te vistes; a mis ojos, eres perfecta. Siempre te ves hermosa, aún cuando estás despeinada o en días de mal humor, o dormida... especialmente cuando duermes en mis brazos.
Si supieras de mis sensaciones, abusarías de esa información. Sabrías que cuando te beso, de inmediato ensordezco, pierdo la noción del tiempo, del espacio y la dirección; que me tiemblan las rodillas, que me siento desvanecer, que las taquicardias podrían matarme cuando al separar nuestras bocas, me acaricias y me miras con dulzura tal... y tu sonrisa, tu hermosa sonrisa, hace que yo también sonría. 
Al acariciarte, la más suave de las sedas parece áspera en comparación a tu piel; será que ya nada me parece tan atractivo, ni tan anestesiante, ni tan delicado, ni tan infinitamente mío como tu sutil piel cual pétalos.
Si supieras que veo a través de tu alma, quizá comenzarías a entender el porqué de las miles de veces que te he dicho que te amo. Verías que conozco tus gestos, que te observo paso a paso, lo que hablas, lo que callas. Que sé cuando me celas, cuando estás feliz, cuando algo realmente te duele... quieres que tu fachada aparente sea fuerte, aunque por dentro de verdad me necesites. La adversidad no es solo cosa tuya, nena, tu destino es el mío, mi destino es el tuyo... siempre estaré aquí, con los brazos bien abiertos, una palabra de consejo, un beso, y el amor que repare todo daño. Siempre te amaré más de la cuenta, más que nadie en este mundo, porque mi amor es inhumano gracias al que tú me has dado. Seré quién tú necesites y estaré a tu lado sin límites de tiempo, puedo ser tu amor, tu amiga, tu protectora, tu familia. Princesa, puedo darte hasta la vida. A tu lado he olvidado lo que significa el adiós, la soledad y la melancolía.
Nunca dejaré de escribirte estas líneas, y tampoco de amarte, querida.

lunes, 2 de abril de 2012

Cartas a Ella

Princesa, amor de mis desvelos:


Ni en sueños pude imaginar una cuarta parte de esas dos perfectas noches entre nubes. Quisiera poder explicarme con claridad y decirte más que en esta carta, que vieras en mis palabras un fiel reflejo de mi alma, esa que tienes en tu bolsillo; se me hace difícil hacer sólo párrafos de ti.
¿Sabes? Eres la mujer más hermosa de todas. Siempre que digo esto, pienso que tú piensas que son habladurías, que son clichés muy usados por falsos galanes... pero mi amor, yo no soy un galán. Soy una payasa.
Por eso, aunque no te divierta, lo que digo es verdad. Eres más hermosa que la mismísima Afrodita, teniendo tú el mismo don del amor. Te rezo porque eres la única diosa de mi devoción, duermes mis sentidos y los pones alerta, tengo teorías inciertas pero sé que tus efectos me exceden.
Retazos de recuerdo de esas noches y las que vendrán, vienen a mi cabeza. Siento aún tus amadas caricias en mi cara, la piel erizada y tu perfume impregnado en mis narinas, mis ojos hambrientos grabaron la delicadeza y  perfección de tu piel, que me adicta, que me envuelve, me devuelve el calor corpóreo que necesitaba. Mi tacto aprendió rápidamente a amar sus detalles, en la madrugada te miraba dormir, acariciándote como si recién hubiera inventado las caricias. Me sentía inmensamente feliz, completa, podría haber estallado el mundo afuera y yo no hubiera rendido cuenta al hecho. Tu expresión irradiaba paz, aún dormida sentía que me amabas con tu pequeña mano y tu cabeza acomodadas sobre mi pecho.
Tu delicado cuerpo dormía sobre mí, relajado. Cuando horas atrás los hacía míos, a él y a tu alma; mi respiración se entrecortaba, mis nervios latían a lo largo de los músculos. Y te besaba, atenta tierna.
Me arañabas, me tocabas, me mirabas con amor. Te estremecías al compás de esa canción; tu cabello olía a gloria, tu cuello a mis besos, tu boca sabía al mejor de los manjares reales. Tus besos son mi lujo, pasión y muerte. Juntaba lo mejor de tu cielo y mi infierno, encontraba el paraíso entre tus brazos.