jueves, 4 de octubre de 2012
A bullet
Son las cuatro de la mañana, al menos eso he visto la última vez que eché una mirada al reloj. Creo oír lejanamente un golpe seco que se repite cada pocos segundos y mientras mis pupilas se ensanchan intentando atravesar la penumbra, no puedo dejar de apretar mis puños. Miro a un punto fijo en la nada... mamá, tengo tanto miedo. Mi camisa está manchada con focos irregulares de sangre y la mía también cae de mis oídos y mi nariz. Gotea, y cada gota resuena en la habitación como ecos de montaña; he caminado sin dirección casi como si sólo se tratase de pura sinápsis sin justificar y he vuelto a este mismo rincón a tratar de recomponerme para deshacer este desafortunado entuerto.
Horas atrás, me encontraba con aquella castaña despampanante, recuerdo habertela mencionado pero mi mente se ha retorcido tanto que no podría jurar que lo hice. Yo estaba sentada en un cafesucho citadino cuando ella entró en escena y levanté la vista justo para que ella me atropellara con la suya; caminó hacia mi, retiró la silla y pidió al mozo un brandy. Revolví nerviosamente mi whisky casi aguado para evitar decir algo impropio. Apoyó lentamente sus uñas entre mi barbilla y la mejilla, me preguntó si la había extrañado. Asentí.
Me sentía como un pequeño ciervo siendo depredado, desprotegida y sin pista alguna de lo que iba a pasar. Clavó sus ojos almendras en los míos mientras sorbía su alcohol de a ratos, sentía como su desnudo tobillo rozaba intencionalmente mi pierna y en animosidad propuse salir de ahí.
Ella comentó que su esposo no estaba en casa, tiró del nudo de mi corbata para acentuar aún más que tenía el control. Llegué a su habitación en pocos minutos con una euforia efervescente, parecida muy, a la adrenalina. Se quitó el vestido y se abalanzó sobre mis brazos, dejándome dominarla, destruirla, desearla, durante tres horas de infierno. Mordía mis oídos y sentía escapar de ella un agitado aire que me erizaba hasta el instinto, que me hacía volverme bestia por más que quisiera tratarla con suma delicadeza, pero ¿qué podía pedir a cambio de esas poderosas y sensuales garras marcando mi espalda?
Escucho un golpe súbito y ella quitárseme de encima como de espanto, la puerta abierta dejaba ver a un hombre desengañado, furioso, triste. En sus ojos pareciera atravesarse una sombra, y tenía atascadas en la boca quinientas cosas que jamás le había dicho a su esposa, y el doble de maldiciones que luego vomitó casi por arte de verborragia.
Me vestí lo más rápido que pude, quería calmar los ánimos, quería irme, quería muchas cosas... él me detuvo. Llorando él, nos agredimos. Sus puños eran dos veces más fuertes que los míos, partió mi labio con su cráneo, lo golpeé con toda la fuerza que fui capaz. Sacó de su pantalón un arma y apunto, fría e inexorablemente a mi cabeza.
Una suerte de sobrehumana fuerza surgió en mí y estreché su cuerpo al mío, con el arma entre los dos. Los movimientos fueron bruscos, indecibles, aterradores... será que ambos sabíamos que nos jugabamos un balazo de muerte, nadie quería perder; mis músculos tensos por la lucha se relajaron al oír un disparo. No dejo de llorar, madre. No puedo controlar este compulsivo movimiento nervioso, espero a la policía pero a la vez quiero huír. Murió, mamá, ¡lo maté! De nuestra lucha de poderes logré arrebatarle lo que parecía mi verdugo, y con una ira inexplicable disparé sin miramientos.
Miro aún mis manos y están ensangrentadas, y en el suelo se enfría el cadáver de un pobre diablo que una lucifer engatuzó. Ella escapó, dejándonos a nuestra suerte, sabiendo esto tan fatídico como morboso y enfermo.
Estoy aquí mirandome las putas manos, madre, estoy enloqueciendo porque aún no me convenzo de que fui directo a matarle.
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Esto lo escribiste vos? PA, juro que me mori al leer lo del disparo :|
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