Rastros

martes, 24 de enero de 2012

Ella.

Después de tantas noches de ruegos desatendidos por los oídos de miles de dioses, un día llegaste a mí. De la manera más misteriosa en que puede obrar el destino, con sus vericuetos y encrucijadas. 
Sin darme cuenta, vivo la más difícil historia, que tiene mucho amor, que tiene gloria, y a la vez no.
Desafortunadas circunstancias me separan de tus labios, del olor de tu cabello, de tus caricias y de mostrarte este amor tan espontáneo; saltearé todos los obstáculos, despejaré cada nube de tus días nublados, voy a amarte como nunca te amaron.
Quiero meterme en cada rincón de tu alma, quiero hacer que nunca me olvides. Quiero ser tu mejor recuerdo, aquél que te haga reir cuando estés triste. Quiero ser tu segundo amor, quiero dártelo todo y no sé por donde empezar, quiero tu calor, que quieras verme siempre al despertar; colonizar tu piel y llegar a instalarme en tu músculo cardíaco, quiero seguir sintiendo esta cosquilla en la panza cada vez que te estoy mirando, que tus rodillas tiemblen por mí.  
Si supieras que te soñé tantas noches, mi amor. Tengo que decirte que no existe mujer que me haga sonreír así como vos, que me impulse a ser mejor, que me haga añorar tanto un beso y un abrazo. Tú eres la que me hace soñar con un futuro juntas, a la que cuido cual tesoro, en la que pienso a cada segundo del calendario romano.
Sólo quiéreme, y te daré la luna. Quédate conmigo y sé testigo de un amor a prueba de mentales lagunas.

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