Rastros

sábado, 21 de enero de 2012

No es adiós, es hasta siempre.

Te llevaste contigo un trocito de mi alma, realmente no caí en lo que sucedió hasta que el click en mi cabeza hizo su efecto. Agradezco a Dios haberme dado la oportunidad de haberte visto una última vez y decirte que te quiero. 
Me diste tanto que no puedo empezar a enumerar la de ocasiones que me hiciste crecer, fuiste como un segundo padre, un gran amigo y excelente persona; nunca voy a olvidarte por lo que me quede de vida, hay tantas cosas que ahora quisiera decirte y que antes me di el lujo de callar. Tantos consejos que quisiera pedirte, abrazos por darte y paseos por caminar. Hubiera amado que llegaras a conocer a mis hijos, para que vean el interesante ser humano que tantas veces me allanó el camino, ese viejo amoroso y divertido que sos. Que les dijeras como nos decías a mi y a Franco: "EEEEEEU, Culito!" y les contaras las historias que supiste hacerme vivir. 
Hoy a la madrugada decidiste acompañar a los astros en su nocturna rutina y volver a encontrarte con el amor de tu vida, ver a tu santa madre que hace tiempo te añoraba. Estoy segura de que ya estás en paz, y que donde sea que estés, siempre vas a cuidarme. Voy a procurar que siempre te sientas orgulloso por mi parte. 
Te amo, te amo tanto abuelo. Esto no es una despedida, no quiero decirte adiós. Es un "Hasta siempre".

No hay comentarios:

Publicar un comentario