Tarde perfecta, el sol brilló como nunca para dejar resaltar aún más esos ojos verdes, ni siquiera una nube de mi pasado pudo nublar los míos. El viento no se atrevió a despeinarla demasiado, es más, jugó con su cabello castaño mientras yo quería intentar que no pasara un segundo más.
Su sonrisa mató de envidia a la luz natural, de lo más hermoso. Quiero seguir haciéndola reír, quiero ver siempre esa curva en sus labios, y que suelte carcajadas porque sí. Quiero otro beso de esos, que me dejan sin aliento, que me adicta, que me inquieta y me tranquiliza.
Abrazarla es sentir lo más intenso de la paz, en sus brazos es donde siempre quisiera estar, sintiendo de nuevo la brisa salada desgreñandome el pelo, acariciada por el suave roce de sus manos de cielo. Mirándola perdidamente como hoy, sin jurarle amor y queriéndola hasta sin querer.
La esperé, es cierto, pero más que treinta y cuatro minutos, soñé con ella mucho tiempo.
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